El sueño enloquecido

De repente, me encontré en Times Square. Había viajado trece mil kilómetros a través del continente americano y había vuelto a Times Square; y precisamente en una hora punta, observando con mis inocentes ojos de la carretera la locura total y frenética de Nueva York con sus millones y millones de personas esforzándose por ganarles un dólar a los demás, el sueño enloquecido: cogiendo, arrebatando, dando, suspirando, muriendo sólo para ser enterrados en esos horribles cementerios de más allá de Long Island. Las elevadas torres del país, el otro extremo del país, el lugar donde nace la América de Papel.

Nuestro último día en San Francisco, la ciudad de las cuestas, de la nube sobre tu cabeza, de los puentes, se desvanecía ante nuestros ojos con la siempre amenazante presión del aeropuerto y el vuelo que teníamos por la tarde. Nos acercamos a una librería llamada City Lights bastante famosa y donde al parecer Kerouac andaba bastante, ahí y en el café Vesuvio de al lado. La librería tiene una sección especial para la generación beat e intento decidir qué comprar entre Bukowski y Kerouac. Al final elijo la primera versión que escribió Jack de On the road, con nombres reales, sin párrafos, la historia de la carretera salida a toda prisa de la máquina de escribir. Decía él mismo que tiró el rollo de papel al acabar al suelo y era como una carretera. Salimos de allí y visitamos el Fisherman's Wharf por última vez, tomamos unos calamari & chips y subimos una vez más los desniveles de Hyde y otras cercanas. Las cuestas son alucinantes, la verdad es que es algo digno de ver. Nos movemos de la zona turística hasta el barrio latino y más allá, encuentro en Internet un sitio llamado Ike's place para comer. Es un sitio bastante hipster donde hacen bocadillos raros. Debían ser las tres o así y nos dicen que es la hora feliz y que nos regalan patatas y agua. Para nosotros es un chollo claro, es nuestra hora de comer. Cogemos la bolsa y salimos en busca de un sitio para comer tranquilamente, y finalmente llegamos a un parquecito donde se reúne la juventud. Hay gente jugando a béisbol, tocando la guitarra, jugando a juegos de pelota de todo tipo, un chaval juega a polo en bici en una cancha cercana, un hombre da vueltas gritando que tiene agua y se la ofrece a unos jóvenes diciéndoles que es cerveza pero sin alcohol, que si cierras los ojos y te lo imaginas es igual. Los tres sandwiches están muy buenos y estamos allí un rato, hay hasta WiFi gratis. Finalmente recogemos y nos dirigimos al aeropuerto. Llenamos el depósito de gasolina y nos despedimos tristemente de nuestro pequeño Ford Focus gris, con unas cuantas millas más y unas cuantas historias que contar a sus compañeros coches de alquiler que no podrán competir yendo del aeropuerto a la oficina y de la oficina al hotel.
Facturamos la maleta, pasamos seguridad y la espera hasta el embarque se hace corta, hay WiFi y enchufes para cargar tus dispositivos. Entramos en el avión y leo algo de mi nueva adquisición (me paso del español al inglés). Antes de despegar una azafata negra (la típica señora así grande, gritona y maja) me pide que le sujete una cosa mientras saca algo de un cajón de detrás de nosotros (estamos en la última fila), nos echamos los respaldos para delante, y me dice que la he ayudado mucho y que necesita a alguien para llevarle las maletas después, que si estoy disponible. Le digo que OK y se aleja riéndose. Cuando pasa después el carrito de comida el hombre que lo lleva se agacha y me dice que le han comunicado que podía pedir cualquier cosa gratis. Declino la oferta (más por educación y vergüenza que otra cosa), pero la señora vuelve a la carga un buen rato después, y dice que qué tal estoy y que me ha traído unas galletas para que las comparta con mis Bauer y Klinsmann. Son unas galletas de estas con pepitas de chocolate grandes y calientes. Al acabar el vuelo, tras ver un par de capítulos de The Office de las primeras temporadas, el hombre del carrito me dice que de dónde soy, que ha pillado acento pero no sabe muy bien, y le digo que qué cree. A la primera dice que España y cuando le nombro Madrid dice que tenemos el mejor museo del mundo y que nuestros taxis son todos iguales. Cuando me acerco a la puerta para salir le damos las gracias a la señora y le digo que ha sido lo mejor que me ha pasado en un avión y me da un abrazo y todo. Le digo que vaya a España a buscarme y dice que claro y que le encanta la comida.
De nuevo estábamos en Nueva York, teníamos que coger el tren del aeropuerto, el metro, y otro metro para llegar hasta el hotel.
Nuestro último día completo en Nueva York consiste básicamente en dar paseos tranquilamente y buscar las últimas compras deseadas. Nos acercamos a una librería que había fichado llamada Strands, pero no es exactamente lo que busco, tienen casi todo libros nuevos y yo lo que quiero es una librería de viejo de las de toda la vida, como la de Nueva Orleans. Aun así es curioso ver la tercera planta llena de rarezas y con primeras ediciones y cosas así. Había un Steinbeck primera edición firmado que si no me equivoco eran 1750$.
Vamos también a Macy's pero la verdad es que no hay nada que ver, es como un Corte Inglés, lleno de turistas españoles, italianos y franceses, y los precios son seguramente incluso más caros que en España. No sé dónde consiguió Australia sus Levi's y mis Converse, pero bien hecho porque nosotros...
Volvemos a descansar un rato al hotel, y por la tarde de nuevo a la carga. Nos acercamos hasta Times Square, donde se cuece todo, donde la gente se amontona entre carteles de negocios iluminados tratando de ser más grande y llamar más la atención que el de al lado. Donde la policía tiene una estación y con dos detenidos en la puerta, al lado de alguien vestido de Batman pero con algo más de panza cervecera, cerca de un negro gigante que habla sin camiseta con otro, y rodeados de mesitas y sillitas donde unos descansan y otros comen sus perritos. Nos vamos a cenar a un Shake Shack cercano, un sitio de moda de hamburguesas y perritos, donde me pido la hamburguesa comeflores-vegetariana y resulta que efectivamente, como me habían recomendado, está muy rica, hasta Bauer comenta que la mejor. Devoramos nuestras hamburguesas y patatas fritas mientras tomamos un batido de chocolate, otro de mantequilla de cacahuete y una especie de helado de donut bastante bueno y curioso. Volvemos a acercarnos a Times Square, seguramente para despedirnos, donde la gente sigue pendiente de la pantalla gigante que cada minuto va haciendo zoom con una cámara y todos en la calle saludan hasta que se centra en un grupito y saca una foto que muestra en la pantalla. Esto, como digo, pasa cada minuto, y el sitio donde hace zoom es siempre el mismo, pero puedes ver que hay gente que lleva ahí mucho rato y sigue entusiasmada, quizá buscando sus quince segundos de gloria, una gloria indiscutiblemente triste pero quizá divertida. Bajamos por la séptima, o qué se yo, en busca del West Village, tratando de disfrutar del camino y de ver el ambiente que se maneja por allí. Las torres de hormigón y acero se alzan iluminadas al final de nuestras calles, no distingo entre ellas, quizá es el Rockefeller, o quizá no. El nuevo edificio del World Trade Center sí lo reconozco. La calle se va oscureciendo, va perdiendo su vida según nos alejamos de la locura de TS. Compro alguna tontería más de última hora en una tienda de I (corazón) NY que siempre me recordará al escocés, y caminamos y caminamos mirando hacia todas partes. Llegamos a los bares de la zona, damos una vuelta pero no entramos en ninguno, en realidad yo sólo quería pasear un poco y ver aquello, ver más partes escondidas de New York. Nos encaminamos hacia el hotel, todavía queda un rato. Tres amigos se despiden, uno de ellos coge una bici de la ciudad y tras unas últimas palabras con otro se va mientras levanta la mano como despedida. Taxis pasan, siempre con prisa, siempre con polémica y bocinazos a su alrededor. Pasamos por muchos sitios y cafés orgánicos, gafapastas, de los que llegan a Madrid a los después para que la gente pueda creer que ha vuelto a NY por unos minutos. Sigo pensando que los cafés de Melbourne son mejores. La ciudad todavía tiene vida pero nosotros nos retiramos al hotel.
Gracias Jack por decir exactamente lo que vi.

Golden Gate

Comienza el día en Berkeley y desayuno café y unas galletas tipo chips ahoy pero que además de chocolate tienen mantequilla de cacahuete, por lo que obviamente están deliciosas. Como es domingo, planeamos la misa y esta vez Google Maps nos dice que crucemos por el puente de Oakland como tenía previsto. Aquí también cobran peaje, pero es que según leí ayer, sólo hay una manera de entrar en San Francisco sin pagar, y para ello el rodeo es enorme y gastas más en gasolina, además del tiempo que puedas perder. En el puente hay algo de lío pero bueno, en unos cuarenta minutos llegamos. Otra cosa es el aparcamiento, que cuesta sangre sudor y lágrimas. Además engaña todo el rato ya que hay miles de puertas de pequeños garajes y lo que es peor, hay algunos sitios donde no puedes aparcar porque hay bocas de agua para incendios. Cómo fastidia creer haber encontrado un sitio y ver eso. La misa la da un cura que tiene aspecto asiático, y es en un barrio bastante molón, la zona de la calle Divisadero y por lo que veo podría ser Pacific Heights. Allí hay casitas bonitas y pintorescas, cuestas tremendas, tranquilidad... Salimos de allí dejando el coche aparcado y nos dirigimos en busca de alguna tienda que alquile bicis para cruzar el Golden Gate. Finalmente encontramos una y tras unos instantes de duda las cogemos y allá que vamos. Como seguramente sabréis a mí las bicis me privan, así que disfruto como un enano. Pongo la GoPro en la bolsita de delante y voy haciendo fotos y vídeos y paramos cada poco puesto que las vistas, tanto de la ciudad como del puente, son impresionantes. La niebla cubre parte del puente a veces, y está encima de la ciudad amenazante. Los efectos que se crean son muy bonitos. Llegamos casi hasta el puente y nos bajamos para admirar el panorama en un muelle donde además conseguimos que nos hagan una foto a los tres sin la necesidad de los recurridos selfies.

Una pequeña subida nos deja a las puertas del Golden Gate. Está esto muy concurrido, obviamente no somos los únicos a los que se les ha ocurrido alquilar una bici para cruzar el Golden Gate y vivir la experiencia.

Comenzamos lo que es propiamente el puente y hay varias cosas destacables. El viento es tremendo, si te pegas un poco al borde para mirar puedes notar un poco hasta las vibraciones que provoca. No sabemos si es habitual, yo creo que sí, pero las nubes de encima avanzan a una velocidad tremenda. Hay ciclistas que van vestidos de PROs y que se creen que lo son que cruzan por el puente a toda velocidad. Se saltan límites de velocidad, adelantan en cuanto pueden, y encima algunos te ponen mala cara o te gritan cosas. ¿No se dan cuenta de que es para turistas y que lo suyo es ir admirando el paisaje y vivir el momento? Un par de vejetes me gritan alguna cosa, no respondo porque tampoco es cuestión de pelearse con los locales, pero creo que deberían tenerles controlados... De todas formas no creáis que esto me arruina nada, simplemente es algo bastante llamativo. El Pacífico se abre a nuestra izquierda y como siempre, me provoca una sensación de inmensidad. El agua, los mares y océanos, son poderosos. Cruzamos parando y haciendo vídeos el tremendo y larguísimo puente en algo que seguramente nunca olvidaremos, quizá sea otra cosa a tachar en la lista de cosas que hacer en la vida.

Al otro lado del Golden Gate espera Sausalito. Este es un pueblito pequeño que por lo que vemos, es bastante pijo, y que además sirve para que la gente coja el ferry de vuelta, supongo que sobre todo los que van andando porque es un buen trecho. Comemos allí algo de pasta y utilizo mi italiano para que el camarero no se crezca ; ) Además culmino la comida con un macchiato excelente, ¡desde que llegué sólo he tomado café aguilla americano! Cuando acabamos nos acercamos al embarcadero del ferry. Allí tienen varios empleados controlando a la gente que llega en bici y echando la bronca a los que aparcan mal. Al poco partimos de vuelta, aquí contado parece corto pero llevamos ya muchas horas desde que alquilamos la bici y además la tienda cierra a las siete.

De vuelta tenemos una buena cuesta que subir. Aquí se demostrará una vez más quién es el mejor escalador, cuando tras arreglar mi cadena, paso fácilmente a Klinsmann y me deleito con el momento sacando la cámara y haciendo fotos de cómo le dejo atrás mientras grito "Loseeeeeeeeer!" con tono de Jeremy Clarkson.

Total, que de nuevo cruzamos el Golden Gate en sentido contrario y esta vez, bajo el tremendo viento, voy saboreándolo despacito, cantando, moviendo el brazo por donde el viento me guía, admirando el Pacífico, la ciudad bajo la niebla y la magnífica construcción.

Volvemos ya cruzado del todo hacia la tienda, mientras miro hacia la derecha para descubrir los desniveles de la ciudad, y veo las casitas de primera línea.

Finalmente devolvemos las bicis, aunque caro, merece la pena. Nos dirigimos ahora hasta el coche bajo estos extraños árboles de los que Klinsmann inventa su nombre, con esta casita curiosa, este cartel de neón tan vintage, y conducimos un rato en búsqueda del lugar de una foto que nunca encontramos, para poner rumbo seguidamente a Alamo Square.

En Alamo Square hay más casas características de SF. Además también nos cuesta años aparcar y gracias a Dios acabamos por encontrar una chica que se va, pero antes tiene que acabar su texting.

Para cenar nos acercamos a la zona de Columbus Street, donde ayer vimos ambiente, y por el camino de pasada vemos la plaza de las Naciones Unidas y la zona del Distrito Financiero. Otro rato después buscando aparcamiento, y comemos una calzone y ensalada en un sitio bastante concurrido y con las estanterías llenas de latas y cosas italianas. Cuando nos traen las calzones, se acerca uno de los camareros con una barra de queso y te lo rayan en el momento, buen toque. El día acaba ya, volvemos al coche, cruzamos el puente y tardamos solamente unos 25 minutos, y llegamos al hotel con las baterías descargadas. Yo quiero organizar la maleta para ver si estamos preparados para el avión de mañana, pero Bauer y Klinsmann se ponen perezosos y con Friends en la tele ya no hay nada que hacer. De todas formas creo que no tendremos problema por lo que he organizado ahora. Mañana estaremos durante el día aquí en SF, y volamos a NY para pasar nuestras últimas jornadas en los Estados Unidos de América. Ciao!

San Francisco, California

Desde Oakdale llegamos en relativamente poco tiempo a San Francisco. Al acercarnos a la ciudad hay mucho ajetreo de coches y atascos variados. Finalmente conseguimos llegar a nuestro hotel de Berkeley, donde estaremos un par de días, y dejamos nuestras cosas. Me hago un café ya que en la habitación hay cafetera y nos dirigimos hacia las zonas turísticas de San Francisco, sin saber que comenzamos una odisea. Google Maps recomienda entrar a SF por el norte a través del Golden Gate y tardamos como una hora, mientras que por el camino que miré en su día pone que más de dos horas. Además por todas partes hay peajes. De cualquier manera, acabamos cruzando los puentes incluido el Golden Gate, aunque lo cierto es que no lo disfrutamos mucho por la tensión de los peajes y demás. Mañana lo visitamos, así que espero estar liberado de presión para verlo tranquilamente. La cosa es que el peaje no se paga, si no que pasas de largo y lo pagas antes o después por Internet o algunas opciones más que dan. Para terminar la odisea, aunque creíamos que era fácil aparcar es un infierno y tardamos bastante buscando sitio, además de que los parkings que intentamos entrar están cerrados. Al final al menos lo dejamos en una zona gratuita y por fin podemos ir a comer. Mientras vamos cruzamos un parque desde donde se ven lo que parecen viejas zonas industriales portuarias y Alcatraz.

Comemos en un sitio tipo diner, que la verdad es que no es gran cosa, pero bueno. Me pido un sandwich de estos tipo americano y viene con su correspondiente trozo de pepinillo y su guindilla picante, y además un trozo de naranja que parece que ponen a todos los platos. ¿Será que quieren fardar de naranjas ante un español?

Después salimos a dar un largo paseo por SF. Lo primero que hacemos es ir a las famosísimas calles con cuestas empinadas. Es tremendo, los desniveles son de aúpa, ya las habíamos visto antes dando vueltas con el coche para aparcar. Una furgoneta de reparto casi no puede y va lentísima. Los famosos tranvías suben y bajan llenos, con la gente en el borde. Es todo de película. Las calles famosas son Hyde y Lombard, pero creo que hay algunas incluso mejores. Mis favoritas son en las que hay una bajada tremenda y ves al fondo una subida tremenda. La más visitada es Lombard Street, tanto por peatones como por coches, puesto que tiene tanto desnivel que hace curvas para salvarlo. Es unidireccional y tiene policías en su entrada y salida que controlan a los coches que entran, salen y sus calles adyacentes, además de echar la bronca a los peatones que quieren una foto en este símbolo de SF.

Continuamos nuestro rumbo hacia el Pier 39, donde visitaremos los leones marinos. Antes, tenemos la oportunidad de disfrutar todavía de los maravillosos desniveles de esta ciudad.

Llegamos a la zona del puerto que tiene mucho movimiento. Entramos en una tienda que tiene buena pinta y nos compramos alguna cosilla, yo una sudadera de SF de la que luego daré buen uso pues aquí hace fresquete y la mía está muerta de risa en el maletero del coche. Aquí hay tiendas de recuerdos, restaurantes, barcos e incluso un submarino que ahora es un museo.

Recorriendo los diferentes Piers, acabamos por llegar al de los leones marinos y nos quedamos allí viendo un rato su nula actividad, más allá de gritar AU AU AU y un par de ellos peleándose por quién sabe qué.

Desde allí tenemos nuevas vistas a la prisión de Alcatraz, famosa por la mítica película La Roca, nadie puede negarlo : )

Seguimos por esta zona que tiene muchas tiendecitas y nos distrae un espectáculo callejero. Son dos hermanos ingleses que hacen malabarismos y equilibrios, aunque lo bueno es que uno de ellos tiene mucha gracia y hace chistes políticamente incorrectos incluso. Nos quedamos viéndole un rato, y yo me despiporro cuando comenta que ellos inventaron el idioma y los yanquis sólo lo destrozan. A Klinsmann le gusta bastante y le damos una propina de un dólar, que aunque sea poco es más que nada.

Cenamos allí un chowder, que es un pan relleno de una crema de almejas, patata, cebolleta y beicon, y también pescado frito y champiñones rebozados. El chowder me parece buenísimo al principio pero luego me canso, aun así nos acabamos tdo el pan (que casi nadie lo hace). Volvemos con la noche ya sobre nosotros hasta el coche, y nos dirigimos al hotel, no sin antes bajar Lombard Street hasta dos veces, una Bauer y otra yo, con la GoPro haciendo un time lapse que quedará para la historia. Mañana más SF, ¡de momento va bien la cosa!

Bears. Beets. Battlestar Galactica.

Último parque del viaje en el día de hoy, Yosemite, hogar de osos negros aunque por desgracia me quedé con las ganas de ver alguno. Salimos hacia allí tras un escaso desayuno, por suerte el café nunca falla y pillamos alguna magdalenita de chocolate. Hago gran parte del viaje durmiendo, porque aunque me da pena perderme los paisajes estoy somnoliento todavía y quiero recuperar fuerzas para el parque. Llegamos allí y en la cola para pagar hay una Ranger chica preguntando si tenemos pase. Cuando le enseñamos el nuestro anual dice "Wonderful!", nos da un mapa, y nos invita a pasar sin hacer la cola. Yosemite es un parque distinto a todos los anteriores que hemos visto. Este tiene más de bosque que de terreno super erosionado. Me llama la atención que sus montañas son de piedra, son como piedras gigantes en las que los pinos hacen milagros para crecer en cualquier sitio. Por todas partes hay lagos y agua corriendo. Da la sensación de que tiene animales por todas partes y de que viven felices, o al menos hasta que llegamos miles de turistas cada día a darles la tabarra... : ) Lo primero que vemos es un lago al entrar donde paramos y aprovechamos para ponernos pantalón largo y sudadera. Hace fresco, más comparado con lo que estábamos acostumbrados.

Continuamos hasta llegar al Visitor Center, donde un Ranger hipster, Bauer dice que típicamente californiano, nos atiende con amabilidad. El día está nublado y lluvioso por el momento, nos avisa de que la parte famosa de Yosemite está llena de gente, y nos recomienda algunos puntos y rutas. Salimos y nos dirigimos a una de ellas para andar un poquito, pero se pone a llover bastante fuerte y nos damos la vuelta.

Paramos al rato en otro lago. No observo vida animal en forma de peces pero el paisaje es precioso con las montañas de roca y los árboles.

Poco más tarde hacemos la parada que nos había recomendado el Ranger, donde se podía ver gran parte del parque según nos comentaba. La verdad es que me encanta, quizá mi sitio favorito del día, Olmsted Point. Detrás tenemos todavía picos más altos y debajo se abre el valle que contiene el lago Tenaya. El viento es bastante fuerte pero merece la pena subir hasta aquí arriba.

Continuamos por las carreteritas de Yosemite y Klinsmann por suerte decide parar justamente en el siguiente punto que queríamos visitar, la zona donde habitan tranquilamente las secuoyas gigantes. La historia de estos enormes árboles es bastante curiosa. Resulta que para vivir y reproducirse adecuadamente necesitan incendios. ¿Cómo es posible? Al parecer el fuego en la base del bosque no les afecta puesto que su corteza está preparada para soportarlo y es lo suficientemente gruesa. Con el fuego se quitan la competencia, y además el calor abre sus piñas. Deja todo a disposición de la futura secuoya gigante, terreno libre y el suelo a su gusto. Damos una vuelta por el circuito que tienen montado, donde vas viendo los árboles gigantes, algunos caídos ya que sus raíces no son profundas y les afecta el viento y la nieve, e incluso pasas por un par de túneles hechos en secuoyas.

A partir de aquí continuamos para adentrarnos en la parte más turística de Yosemite. Sin embargo, quizá porque ya es más tarde, no la encontramos nada transitada, menos incluso que en las secuoyas. Aparcamos el coche cerca de la ruta que lleva a las cascadas. Por el camino hay un coche de Rangers parado, alguien ha atropellado a un cervatillo muy pequeñito, qué pena. Antes de salir a andar, pese a que Bauer no quiere, metemos nuestra comida en un sitio que proveen especial anti-osos. Nos ponemos en camino y cuando ya estamos alejados me doy cuenta de que mi GoPro no tiene batería y la otra está en el coche, así que no puedo hacer fotos y vídeos. Tras una larga caminata, vemos la cascada, bastante alta, con arcoiris incluido. Después incluso subimos a su caída, en una escalera bastante costosa, y vemos desde allí el agua caer y las vistas. Para cuando acabamos este paseo es hora de salir hacia el hotel, la noche está cayendo y nos queda algo de camino. Conduzco por las carreteras de Yosemite hasta el motel Jerry, y Klinsmann y yo nos vamos al Jack in the box de enfrente para cenar, donde tomo seguramente la mejor hamburguesa del viaje gracias a su especial mantequilla con ajo o algo así. Mañana Frisco, nuestra última ciudad. El viaje ya se acaba, parece que fue ayer todo, y a la vez parece que fue hace mucho tiempo. See you tomorrow!